
Ya lo sé, empecé a derivar a las minucias de la historia. Una de la cual no dependo de la biblioteca alejandrina virtual sino de un interés despertado por razones que yo mismo no entiendo y que se remonta a mis años de colegio y educación jesuita. Muchos de ellos eran españoles que iban al Perú y lograban la nacionalidad necesaria para luego entrar, gracias a este subterfugio legal, a un México que en los inicios de los años sesenta no aceptaba curas franquistas.
Bueno, el verdadero tema es el del corazón y si este, con años a cuestas, todavía late al ritmo de los ideales o como dices, el peso de los intereses nos llevan a elegir lo conveniente sobre lo justo. Quizás la memoria que aun tengo de esos exiliados y de un tapiz pastoral que colgaba en la pared de uno de sus hogares tenga algo que ver en todo esto.
Regresando a lo histórico, la guerra civil española, más de setenta años de su fin, aun sigue cautivando el interés de muchas personas que no tuvieron vela en ese entierro. He leído con interés el fastidio que esta atención genera en los que sufrieron sus consecuencias. Muchos españoles se sienten molestos de la atención que este lío familiar despertó en el resto del mundo. Para ellos no fue una guerra justa en la que las fuerzas progresistas se enfrentaron al lado oscuro de la humanidad. Sólo fue un incidente doloroso que les deparó una dictadura de 36 años. Resienten a los Hemingways, los Malraux y los Nerudas. Estos intelectuales, para ellos creo, justificaron lo imperdonable dándole un matiz ético a una pesadilla de Goya.
Y ya que mencionas a Sanjurjo, la versión más aceptada fue que la avioneta del general se precipitó a tierra al intentar despegar con el demasiado sobrepeso de los uniformes que el militar llevaba como equipaje y que el piloto intentó infructuosamente impedir. Las vida y la muerte están llenas de ironías como la del secretario del anarquista asesino de curas, Buenaventura Durruti, un pistolero elevado a santidad por sus seguidores. El secretario era un cura de nombre Jesús Arnal a quien Durruti a sabiendas de su condición eclesiástica mantuvo a su lado hasta su muerte en Noviembre del 36. Arnal, luego de la guerra volvió a ejercer de cura hasta su muerte a inicios de los años setenta.
Creo que la moraleja de estas historias es que la vida nos presenta muchas opciones y aquellos que las simplifican reduciéndolas a un « estás conmigo o contra mi » no sólo pecan del error maniqueo sino que no entienden la belleza que esconde la complejidad del yo y sus circunstancias.
Alberto
Foto: Padre Mosén Jesús Arnal. Pároco de Aguinalíu, Aragón. Secretario de Buenaventura Durruti. A su muerte en 1971, cura párroco de Ballobar, Provincia de Huesca
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