« Hace 26 años visité ese lugar. No era mi intención hacerlo pero ante la imposibilidad de entrar al Escorial decidimos darnos una vuelta por ese monumento a la guerra civil española. Era día de semana y el santuario estaba vacío. Sólo recuerdo a unos viejos con pinta de veteranos controlando la entrada. Solamente tuvimos tiempo de entrar a la basílica y su inmensidad me recordó el mismo sentimiento que invade al penetrar a una catedral medieval. Te sientes apabullado ante la grandeza física del lugar. Un cuarto de siglo después, ese sentimiento y algunos detalles del lugar son lo único que recuerdo. Pero asocio ese lugar con los comentarios que escuché a mediados de la década de los cincuenta de boca de una pareja de amigos de mis padres.
Ella era española emigrada o mejor dicho; exilada. Sus padres, republicanos de los años treinta, habían escapado la venganza de dolor y muerte que impuso el caudillo a los vencidos fueran estos « Rojos, Masones o Autonomistas». Tenían una casa en Chosica y una tribu pequeña dispersa por el lugar a los que visitábamos muchos domingos invernales y de los cuales escuchaba relatos de sus tierras vascas, asturianas y cantábricas. Angelita, así la recuerdo, se había casado con un gran amigo de mi papá y habiendo pasado muchos años lejos de su tierra, sintiendo la nostalgia del exilio, decidió llevar a la prole en peregrinación a su tierra natal. A su retorno nos deleitaron con muchas historias y algunas horas captadas en una cinta de 8 mm. Dos comentarios que recuerdo bien fueron la sorpresa de no encontrar problemas al entrar a España y el hecho que en El Valle de los Caídos compartieran descanso eterno los antiguos enemigos de ese conflicto que desangró a España.
Ella ya se fue hace muchos años pero tuvo dos hijos peruanos, ambos oficiales, camaradas tuyos de arma, con los que a pesar de ser mayores que yo, compartí muchos buenos momentos de mi niñez. Entre ellos una visita que hicimos a un Miguel Grau anclado en las afueras de Huacho. También recuerdo a otro miembro de la misma comunidad y un vasco gran amigo de mi padre que escribía en La Prensa sobre la ciudad a la que había aprendido a amar, Lima, y también elaboraba las preguntas para ese programa radial que seguramente todos recordamos; Helen Curtis pregunta por 64 mil soles. Benjamín se llamaba y vivía en un apartamento cercano a la plaza Bolognesi. Mi padre decía que él había escapado por poco de un fusilamiento seguro por el pecado de haber escrito en defensa de su tierra vasca.
Son todos recuerdos que regresan al ver esas fotos del Valle de los Caídos. Una tarde de otoño en las afueras de Madrid. Domingos veraniegos bajando a nadar en una hostería de Chosica. Otro domingo mareado en bote y en vías de abordar un crucero de guerra anclado en aguas del norte chico.
Me pregunto, viendo esas fotos de la cruz en Colgamuros sobre ese mausoleo monumental, si los peruanos estamos listos para un valle así. Un lugar donde sea posible enterrar, lado a lado, no solamente vencedores y víctimas inocentes de los años del terrorismo que asoló la patria, sino también a los que hicieron guerra y mataron salvájemente a nombre de una idea diferente de la que tenemos tu y yo del Perú.
Los sentimientos son imposibles de enterrar y olvidar. Al final, en estas orgías de muerte no hay vencedores ni vencidos, además de las tumbas sólo hay heridas abiertas que alimentan el rencor y el resentimiento, pero una tregua es un buen inicio y la paz de los cementerios no solamente es el final de los caídos sino también puede ser el comienzo de algo mejor. »
Como dije al inicio, he variado en algo mi respuesta original que en esencia era una respuesta a un amigo con el que comparto recuerdos y creencias pero discrepo también en muchas cosas sin que esto manche nuestra amistad. Fuera de esa revisión en forma y ortografía, aun imperfecta, la idea fundamental sigue siendo la misma. Yo no creo que con Comisiones se pueda Reconciliar al Perú ya que la Verdad que ellas buscan es un rompecabezas de diversas y muchas veces encontradas opiniones. Yo siento que Francisco Franco, al construir ese mausoleo, imperfecto en su diseño como en sus motivos inmediatos, en las sierras de las afueras de Madrid, dio con la respuesta, o parte de ella para los escépticos por naturaleza, de como iniciar un proceso de reconciliación. Pero para ello es necesario mucho coraje, una virtud que muchos de sus enemigos y detractores no pudieron negarle al tirano del Ferrol.
Alberto
Alberto se pregunta si los peruanos estamos listos para construir un valle de los caídos peruanos en donde estén juntos los que murieron durante la época del terrorismo. Sin ser un experto, ni un historiador, pienso que hay una diferencia fundamental que crea un abismo de principios entre ambos acontecimientos. En España, se desarrolló una guerra (civil) entre dos bandos ideológicos y políticos diferentes. Fue la confrontación cruel y sangrienta entre dos ejércitos que combatieron frontalmente. En el Perú, No hubo un enfrentamiento entre dos ejércitos porque sendero utilizo la guerrilla y el terrorismo para enfrentarse al aparato del Estado. Sus actos de terrorismo fueron sanguinarios e indiscriminados, con muchas victimas civiles inocentes. El Ejercito también cometió actos de terrorismo y también asesino, al parecer, civiles inocentes. Además, los socialistas y comunistas españoles revindicaban el poder para el pueblo y deseaban instaurar una república socialista que quizás hubiese terminado en dictadura, pero su ideología estaba lejos de aquella que abrazaron los senderistas. Una ideología criminal sustentada en el exterminio de toda forma de burguesía como sucedió en Camboya y también en el Perú, donde se asesinó a mansalva a pobladores de pueblitos por el solo delito de tener una tienda o ser dueño de tierras o ganado.
ResponderEliminarLa reconciliación solo puede ser efectiva cuando se abre la caja de Pandora para poder acercarse a la verdad de los hechos. Esta hecho tiene sobretodo una función educativa y moral, es un deber de memoria necesario para que las generaciones futuras no se sientan tentadas a repetir lo mismo.
Emilio
Paris, 24 de julio 2010
Acuso recibo y reitero que abpesar de las diferencias lo del Perú también fue guerra civil. Asmétrica por la imposibilidad de SL de presentar combate en iguales términos y matizada por el salvajismo de un rencor suprimido por años de feudalismo. No te engañes, la finalidad de SL y el MRTA no era el terror sino la toma del poder, El terror es el arma de combate y el instrumento de dominación l.
ResponderEliminarEn ningún momento he escrito que la finalidad de la lucha de SL o el MRTA no fue tomar el poder. Evidentemente, que lo fue, pero ese hecho no invalida la afirmación de que ambos grupos utilizaron la guerrilla y el terrorismo para alcanzar su objetivo. De allí, la diferencia con respecto a la guerra civil española en donde el combate fue frontal. En el caso peruano los grupos armados de SL no daban cara al ejercito, cometían sus actos terroristas y se esparcían en la populación o se escondían en la serranía o la selva.
ResponderEliminarBueno, quizás hay que ser cartesiano para hacer esa diferencia, pero ella conlleva un tratamiento diferente, que quizás no permite proponer un cementerio común por razones éticas. Para equilibrar mis propósitos, debo decir que el gobierno de turno también cometió actos terroristas. Para zanjar este debate, habría que preguntarle a los deudos de ambos bandos sí están de acuerdo que sus muertos sean sepultados juntos.
Emilio
25-10-2010
Mejor le preguntamos a los muertos. Sin ironías. Guerras son guerras y las civiles son más personales y los odios van más allá que el que la propaganda genera. Pero si lo que desea es paz, entre muchas cosas hay que eliminar el rencor y el resentimiento. Cuando te matan a un ser querido, dejando de lado la lógica cartesiana, el problema es el sentimiento. Superarlo requiere cierto grado más de entrega y una manera de hacerlo es el reconocimiento que el contrincante ya no es tu enemigo. Si no, sigámonoa matando hasta el último sobreviviente.
ResponderEliminarAlberto