Sálvese quien pueda

Tobi y los chicos malos del oeste



viernes, 6 de agosto de 2010

COLINA: ¿HEROES O ASESINOS?

El artículo de Alberto, Heredarás el viento, nos invita a una serie de reflexiones de carácter histórico general, sobre las cuales ya se ha comentado, pero quiero incidir en algo polémico que atañe muy de cerca a nuestro país.

La paz se reconstruye según las reglas del vencedor después de la guerra, y los genocidas y otros criminales de lesa humanidad nunca han sido los ejércitos triunfantes sino los perdedores. Así fue siempre desde los orígenes de la guerra, es decir, desde el mismo amanecer de esos seres conflictivos, los humanos, para quienes la acción bélica ha sido y sigue siendo ingénita a su naturaleza.

En el Perú, sin embargo, el deslinde de responsabilidades no ha sido similar al ocurrido en otras latitudes, donde "los buenos" ganaron y "los malos" perdieron, y punto, sin que hubiera habido un husmeo retrospectivo de las acciones --¡de los vencedores!-- al calor de la refriega. Así, pues, tras la --¿temporal?-- derrota de Sendero Luminoso, varios miembros del Ejército, que reprimieron a los sediciosos y los vencieron, fueron condenados por sus procedimientos heterodoxos durante la lucha sin cuartel en que se convirtió el país desde los años ochenta hasta mediados de los noventa.

Se trató de una guerra no convencional entre unas guerrillas armadas y las fuerzas oficiales y organizadas de la defensa nacional, con el añadido de que, si bien es cierto que Sendero Luminoso contaba con el apoyo financiero internacional, la lucha fue entre compatriotas, es decir una pugna entre connacionales, una guerra civil.

El objetivo de Sendero Luminoso era la captura del poder mediante la acción de unas milicias fanatizadas para instaurar un gobierno comunista de corte maoísta. Estos luchadores fueron, en su mayoría, hombres provincianos de las clases menos favorecidas y que asumieron su papel de redentores por una sociedad más justa. Eran una ínfima minoría numérica y, por tanto, no podían haberse enfrentado a un ejército profesional sin ser diezmados al instante. Entonces, recurrieron a la estrategia de las guerrillas –rurales y urbanas— que consistía en ataques sorpresivos, muchas veces dirigidos a la población general sin un blanco específico. El terrorismo es precisamente eso: el uso del terror como arma de lucha con el objetivo final de la captura del poder. Y eso hubiera podido ocurrir a medida que se hacía más poderoso el movimiento rebelde luego de despertar conciencia de clase entre las mayorías más pobres. Hay, pues, una justificación histórica para su actuar violento, pero no para ejercer una violencia indiscriminada. Toda revolución importante ha hecho uso de la violencia, pero no se ha valido, necesariamente, del terrorismo. Los asesinatos masivos de los bolcheviques, de los maoístas y de los castristas, fueron más bien selectivos. Es decir, en vez de explotar una bomba en un barrio residencial y de matar niños y ancianos, esos movimientos rebeldes atacaban cuarteles y mataban a políticos y militares, o a cualquier opositor en la praxis o la ideología.

Salvando las enormes distancias, los invasores chilenos en la Guerra del Pacífico nunca consideraron a las guerrillas del general Andres A. Cáceres como un ejército regular y esa fue su justificación para los repases de los heridos en los campos de batalla y los fusilamientos de los sobrevivientes indemnes durante la campaña de La Breña. Para los peruanos, sin embargo, esas guerrillas de la resistencia, constituidas en su mayoría por civiles en armas, no uniformados, se tuvieron por heroicas, y es que se trataba de una contienda internacional en la cual el enemigo vino de otro país a ocupar el nuestro. Muy diferente fue la guerra civil que originó Sendero Luminoso.

Contrariamente a lo que suele ocurrir después de las guerras, como decíamos al comienzo --es decir que los vencedores son "los buenos", aunque hubieran cometido genocidio, y los perdedores son "los malos"--, en el Peru ocurrió recientemente que una fracción de los militares victoriosos fueron juzgados y condenados por delitos de lesa humanidad. Se trató del grupo Colina, constituido por militares en activo, quienes, usando información de la Inteligencia gubernamental, se encargaron de detectar y eliminar --sin la intervención de la justicia institucional-- a unos sospechosos de terrorismo en Los Barrios Altos y en la Universidad de La Cantuta.

Y aquí viene el quid del asunto. Los terroristan recurrieron a la guerra sucia asesinando a sus víctimas selectivamente en unos casos, pero indiscriminadamente en otros. Mataron a muchos civiles inocentes con sus bombardeos al azar para intimidar –aterrorizar— a la población.

Cuando el grupo Colina recurrió a la modalidad de eliminación selectiva de los sospechosos de terrorismo, se les acusó de un delito de lesa humanidad y fueron juzgados y condenados. La justificación de quienes condenaron a esos militares fue que, a diferencia de los terroristas, que usaron métodos crueles y recurrieron al asesinato, los representantes del Estado –se supone que civilizado— no debieron haber utilizado los mismos recursos de exterminio. Es decir, debieron pelear con guante blanco y respetando las leyes de la guerra contra enemigos casi invisibles que atacaban por sorpresa. Ciertas agencias internacionales de orientación izquierdista apoyaron esta manera de ver las cosas.

Hay otros, sin embargo, que opinan que los militares del Colina les dieron a probar a los guerrilleros de su misma medicina --es decir, justifican la guerra sucia en ambos bandos-- y que una vez muerto el perro se acabó la rabia.

A estos últimos preocupa que, de haber un rebrote del terrorismo, entonces muchos militares tendrían una comprensible renuencia para reprimir a los sublevados, pues nadie les podría garantizar en dónde termina su responsabilidad antes, durante y después del combate, por más que se atuviesen a las órdenes de la superioridad. Igual que sus jefes, que son quienes dan las órdenes, los militares de rango inferior también podrían ser juzgados como criminales de guerra. Ya hay un precedente.

Este es un tema que se presta al debate.

¿Ustedes que opinan?



Ignacio

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