Leyendo el artículo de Miguel uno no hace sino confirmar el nivel cultural de nuestra gente.
Difícilmente uno verá pintas en el Partenón o en Stonehenge, por dos motivos: primero, porque hay un mayor civismo, que se mama en la casa y se respira en el aire; y segundo, porque hay un mayor celo en la custodia de los monumentos nacionales –y, ni se diga, si éstos son patrimonio de la Humanidad— y, también, porque existen unos castigos ejemplares para quienes vandalicen esos santuarios históricos.
A manera de anécdota les contaré que en cierto cantón suizo, el respeto por el prójimo llega al extremo de prohibir el uso del water –o excusado, o taza, o toilette, o inodoro (palabra tonta esta última, pues significa “sin olor” y denomina a uno de los objetos que más huelen, que hieden)— después de las 10 de la noche en los edificios residenciales, para no importunar a los vecinos con el ruido de la caca siendo deglutida por uno de esos aparatos.
No sólo eso, sino que por las calles hay múltiples carretillas en donde se expende periódicos, cigarrillos y otros artículos menores, y las cuales no están atendidas por sus dueños. Para facilitar la operación comercial, en estas carretillas hay una caja llena de monedas y el usuario saca su cambio tras pagar con un billete.
No hay que ser muy suspicaz para suponer que en el Perú --y probablemente en cualquier otra parte del mundo que no sea Suiza-- cargarían hasta con la carretilla entera. Y es que ser tan escrupulosamente honrado, por lo menos para la mentalidad criolla, equivale a ser tonto.
Por eso, al conocer esta costumbre, un compatriota perucho comentó:
-- ¡Qué honrados los suizos, pero qué cojudos!
Ignacio
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